El objetivo de estas reflexiones no apunta tanto a resaltar esta relación de causalidad entre el pensamiento y la acción, cuanto a advertir una realidad a la que solemos prestar poca atención a pesar de la importancia que tiene para la educación. Me refiero al hecho de que, a menudo, las ideas que manejan nuestros actos no son las que creemos profesar, sino otros principios que subyacen escondidos en nuestra conciencia y asechan amenazando constantemente nuestra libertad, hasta terminar, en los momentos críticos de la vida, por convertirse en los principios rectores de nuestra vida moral y espiritual.
Las llamo ideas subterráneas. Son pensamientos, juicios, verdaderos principios doctrinales y morales, que no asumimos conscientemente (y cuya presencia tal vez ignoramos), pero que están y forman parte de nuestro modo de pensar y, tarde o temprano, pueden terminar —como sucede de hecho— por tomar el mando de nuestras acciones.
Valoraciones
No hay valoraciones aún.