Palabras del autor:
Quizá no haya otro fenómeno de los que tienen que ver con la raza humana, que nos deje más abatidos al considerarlo en su extendido panorama: la de nuestra civilización, lacerada por la violencia.
Sobre nuestro tiempo parece haber sonado la segunda trompeta del Apocalipsis, aquella a cuyo sonido “la tercera parte del mar se convirtió en sangre” (Ap 8,8). El mar es, en la Sagrada Escritura y en el Apocalipsis en particular, símbolo del mundo. ¿Acaso no está dominado nuestro tiempo por una convulsiva violencia que no parece tener fin?
Todos estamos llamados a combatir la violencia. Al menos aquella que se anida en el corazón de cada uno de nosotros. Y en esto no hay hijo de Adán que no tenga mucho trabajo que hacer.
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