«Según Agustín, en el libro IV Sobre la Doctrina Cristiana, el maestro de oratoria debe hablar de tal manera que enseñe, atraiga y mueva; que enseñe a los ignorantes, atraiga a los cansados, mueva a los tardos. Estas tres cosas se hallan, de modo completísimo, en la palabra de la Sagrada Escritura, pues ella enseña firmemente con su verdad eterna, Salmo 118, 89-90: Hasta la eternidad, Señor, permanece tu palabra; atrae suavemente con su provecho, Salmo 118, 103: ¡Cuán dulces son tus palabras a mi paladar; mueve eficazmente con su autoridad. Jer 23, 29: ¿Acaso mis palabras no son como fuego? dice el Señor. Y por esto, la Sagrada Escritura, en las palabras expuestas, es recomendada por tres razones: en primer lugar, por la autoridad que mueve, cuando dice: Éste es el libro de los mandatos de Dios. En segundo lugar, por la verdad eterna que instruye, cuando dice: y la ley que existe eternamente. En tercer lugar, por el provecho que atrae: todos los que la guarden llegarán a la vida”.
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Hic est liber
El alma cristiana debe ser devota de la Palabra de Dios. “[…]. Tanto si la escuchas en las conversaciones familiares con tus amigos espirituales, como si la escuchas en el sermón, hazlo siempre con atención y reverencia; saca de ella provecho y no permitas que caiga en tierra, sino recíbela en tu corazón, como un bálsamo precioso, a imitación de la Santísima Virgen, que guardaba cuidadosamente en el suyo todas las palabras que se decían en alabanza de su Hijo. Y recuerda que Nuestro Señor recoge las palabras que nosotros le dirigimos en nuestras plegarias, a proporción de cómo nosotros recogemos las que Él nos dice por medio de la predicación”.
SAN FRANCISCO DE SALES, Introducción a la vida devota
Acerca del Rigans montes y el Hic est liber afirma JAMES A. WEISHEIPL, O.P.: “[…]. Hay, de hecho, una franca continuidad entre estos dos discursos. El primero trata acerca de la sublimidad de la doctrina dada por la sabiduría divina al profesor que la imparta a los fieles, de modo que sus vidas puedan ser debidamente alimentadas; el segundo trata sobre la autoridad, inmutabilidad y utilidad de la sabiduría divina tal como se encuentra en el Antiguo y Nuevo Testamento, dada al hombre en el liber mandatorum. Por lo tanto, estos dos discursos deben leerse conjuntamente”.
JAMES A. WEISHEIPL, Tomás de Aquino. Vida, obra y doctrina
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