Todo lo que Dios enseñó –es decir, toda la doctrina católica contenida en la Tradición, en la Escritura, y enseñada por el Papa y los Obispos unidos a Él– es un tesoro tan hermoso que si una persona lo encuentra debe «vender todo lo que tiene» (Mt 13, 44) y comprarlo, es decir, estar dispuesto a los mayores sacrificios con tal de poseerlo.
¿Hay acaso algo más importante que Dios y las cosas de Dios? De ninguna manera. Pues bien, vas a aprender a conocer, a amar y a servir a Dios y eso es algo más grande que subir en un cohete espacial a algún lejano planeta, o bajar en algún batiscafo a las profundidades del mar, o recorrer lo ancho y lo largo de todo el mundo, ya que vas a «comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento» (Ef 3, 18-19).
En el Catecismo vas a encontrar ese tesoro y para hacerlo tuyo (o poseerlo) tendrás que hacer algún sacrificio, como por ejemplo, estudiar las lecciones, aprender algunas cosas de memoria, etc.; pero bien vale la pena ese sacrificio porque es muchísimo más lo que vas a recibir.
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